Dice Sergio Cohen en: http://resenasdecineyvida.blogspot.com/

¿Puede el arte justificar a la vida? Para algunos, sí. Por eso nos hicimos artistas. Porque encontramos en el arte una soga con la cual salvarnos del vacío. Y nos aferramos a ella con todas nuestras fuerzas. Tanta es la devoción con la que lo tratamos que la vida puede pasarnos por el costado y nosotros seguiremos pensando en cómo traducir eso que sentimos en un mensaje armónico o caótico pero indudablemente bello. Universalmente conmovedor.
La obra total. Una obra que hable de todo y de nada a la vez. Una máquina perfecta de lo irracional. Una utopía, un imposible llevado a lo concreto, a lo sensible. Una canción que nunca te canses de escuchar, que nadie nunca se canse de escuchar, un cuento para releer toda tu vida y seguir encontrando en él nuevos significados. Algunos, los que lo intentamos, lo sabemos. No existe belleza comparable a la de un amanecer.
Mientras tanto, las ruedas siguen girando y no se detienen. Y el artista, el soñador, quedó perplejo mirando un árbol. No se dio cuenta que una manzana le estaba susurrando para que la agarrase. Quiso alcanzar el todo absoluto y bruscamente se topó con la nada. No hizo a tiempo para ver que el arte era un juego, que el arte viene después que la vida, no antes.
Un obra basada en múltiples diálogos interpretados por dos personajes. Mientras ellos hablan, solos o entre sí, dialogan en realidad sus emociones, sus ideas de vida, al mismo tiempo que los distintos planos de la labor creadora. Y en el fondo, claro, también hablaban de amor. Muy interesante, la recomiendo.